Existe un eterno y universal debate con la temperatura en las oficinas. Y es que tanto si el clima de tu oficina recuerda a una selva lluviosa, cálida, o a la tundra helada, es innegable que la temperatura de la oficina influye de manera significativa tanto en la productividad, como en la comodidad general de los trabajadores en el lugar de trabajo.
Está claro que cuando las temperaturas son demasiado bajas o demasiado altas, obstaculizan drásticamente el flujo de trabajo y obligan a los empleados a recurrir a métodos creativos para regular su temperatura corporal.
Durante mucho tiempo se ha pensado que las temperaturas más bajas aumentan y fomentan la productividad y, la gran mayoría de la investigación científica corroboró esta afirmación.
Según un estudio realizado en 2006 por la Universidad Tecnológica de Helsinki y el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, "... el rendimiento aumenta con temperaturas de hasta 21-22 grados Celsius. Y la mayor productividad se consigue a una temperatura de aproximadamente 22 grados Celsius.
Sin embargo, desde el estudio de Helsinki, han surgido otras investigaciones que demuestran que la temperatura óptima para trabajar y fomentar la productividad de la oficina es de unos sorprendentes 25 grados.
Alan Hedge, un investigador líder en el estudio de temperatura de Cornell explicaba al respecto
"Esperábamos que cuando el personal disfrutaba de un ambiente fresco, iba a trabajar más duro y mejor.... Descubrimos justamente lo contrario. Cuando hacía frío en la oficina, la gente trabajaba menos y cometía más errores".
Aunque los resultados del estudio de Cornell pueden parecer chocantes, si lo piensas, la idea no es tan descabellada. Cuando la temperatura de nuestro cuerpo baja, gastamos energía para mantenernos calientes, teniendo menos energía disponible para garantizar nuestra concentración e inspiración.
Lo que ocurre es que la sensación física del calor corporal está estrechamente ligada a sentimientos de confianza y afecto. La corteza insular, que es la zona de nuestro cerebro que se pone en funcionamiento cuando sentimos la temperatura, y es la misma parte del cerebro que funciona cuando experimentamos sentimientos de confianza y empatía hacia otra persona.
Por lo tanto, parece que se que cuando los trabajadores se encuentran cálidos físicamente son también empleados emocionalmente cálidos.
Así que, si deseas proporcionar un entorno de trabajo en el que tus empleados se sientan cómodos, productivos e integrados al mismo tiempo, la solución es sencilla. Ajusta la temperatura a tu nuevo estándar de oficina: entre 22 y 25 grados celsius.
Según las directrices del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) el confort térmico se consigue cuando “las personas no experimentan sensación de calor ni de frío”. Demasiado subjetivo, ¿no?.
Concretando más, dentro del Reglamento de Instalaciones Térmicas en Edificios se recogen los valores que según la Ley de Prevención Laborales deben emplearse para regular la temperatura en las oficinas.
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