Como lo lees, los edificios también enferman y sus habitantes son quienes sufren los síntomas directamente. La Organización Mundial de la Salud define el también conocido como síndrome SEE como “un conjunto de enfermedades originadas o estimuladas por la contaminación del aire en estos espacios cerrados”.
Que nadie se alarme, esto no significa que el edificio se vaya a caer a cachos, sino que su estado genera en las personas molestias y enfermedades como cefaleas, catarros persistentes, ansiedad, mareos y náuseas, irritaciones de las vías respiratorias, picor de piel y ojos e incluso alergias.
Los principales factores que contribuyen a este síndrome están relacionados con la siguientes deficiencias:
Sistemas de ventilación forzada. Son edificios herméticos sin ventanas que puedan abrirse para renovar el aire donde toda su climatización depende de aparatos de aire acondicionado y calefactores comunes a todas las estancias.
Superficies textiles. Se da en aquellos lugares donde el suelo o paredes están recubiertos con telas, moqueta o alfombras de mínima calidad y que no tienen los certificados de calidad exigibles. Se convierten entonces en un nido perfecto de bacterias y ácaros, además de acumular gran cantidad de polvo.
Ambiente térmico homogéneo. Para ser más eficientes con la energía se mantienen todas las áreas relativamente calientes y a la misma temperatura casi siempre, sin tener en cuenta la dispar incidencia del sol.
Contaminación electromagnética. No lo ves, pero los dispositivos electrónicos, los cables y todo lo que funcione con electricidad, genera campos electromagnéticos que pueden generar problemas de salud a quienes se expongan en exceso.
Luz deficiente. Puede ser porque sea pobre o inapropiada, o incluso excesiva generando en las pantallas de los ordenadores molestos reflejos. La ausencia de luz natural también es un factor clave.
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Materiales de construcción. Aquí también podemos aplicar el dicho “lo barato sale caro” y es que una característica común de los edificios enfermos es la calidad de los materiales utilizados, siendo los edificios más ligeros y de menor coste los que más sufren este síndrome.
Las empresas que sufren el Síndrome del Edificio Enfermo (afecta al 30% de los edificios modernos según la OMS) lidian con un alto porcentaje de absentismo y bajas por enfermedad, además de descontento generalizado de sus trabajadores y baja productividad.
“Prevenir mejor que curar”, por lo que una vez tenemos identificados las causas lo mejor es tomar medidas para que la oficina sea un espacio sostenible que evite la aparición de problemas que afecten a la salud del empleado.
Aire que se renueva a menudo, una buena ventilación, mobiliario ergonómico, aparatos ionizadores, mayor aprovechamiento de la luz natural, temperatura y humedad adecuada y una limpieza correcta, son algunos de los aspectos a cuidar si queremos que nuestros empleados se encuentren sanos y a gusto en su lugar de trabajo.[:]