Existen numerosos estudios sobre la influencia de los colores en nuestro estado emocional. Por ello, el color que elijamos para las paredes de nuestras oficinas es una decisión a meditar si no queremos que el ánimo de los empleados dificulte en su rendimiento. Hay que encontrar la armonía, evitar los contrastes de colores complementarios y huir del negro.
Pero también es importante tener en cuenta los espacios de trabajo, qué se espera de ellos, y qué tareas se van a realizar en ellos. Por ejemplo:
Blanco: transmite limpieza, tranquilidad, equilibro, orden… Favorece los trabajos intelectuales, la concentración y la objetividad. Es perfecto para espacios dedicados a dibujantes, arquitectos, científicos, creativos…
Azul: los azules ayudan a conectar con tus emociones e invita a la reflexión. Es un color apropiado para salas donde se genera estrés y tensión ya que el azul tiene un efecto calmante. También es un color acertado para trabajadores que desarrollan su actividad en soledad.
Verde: los tonos verdes, además de ayudar a que los empleados estén relajados ayuda a que se concentren y estimulen su lado creativo. Es buena elección para espacios donde se busquen ideas, se detecten oportunidades y sea necesario una actitud ambiciosa.
Amarrillo: es un color que en tonos claros transmite energía, lo cual es un punto clave en el trabajo. También favorece la comunicación, y es un tono ideal para locales donde se desarrollar tareas automatizadas y monótonas.
Rojo: a este color se le relaciona con la pasión y la intensidad, pero también es cierto que estimula el ritmo cardiaco y la respiración
Naranja: aunque puede resultar estresante, es un color que favorece la comunicación e interacción de los empleados.
Y no te cortes si quieres pintar el techo de un color y las paredes de otro distinto. Esta combinación ofrece un aspecto moderno y permite jugar con los materiales y muebles que utilices.